Introducción: Tras la etapa pornocrática, saltamos unos siglos hasta este Papa cuyo alias resulta irónico cuanto menos, al igual que para su homónimo el III (instigador de varias cruzadas, y de la matanza de 1 millón de albigenses) ó el IV (introductor de las prácticas de tortura en procesos inquisitoriales). Nos situamos a finales del s. XV. Su predecesor, Sixto IV, a pesar de ser franciscano y de origen humilde, dejó bien alto el listón de corrupción y crimen en el Obispado de Roma: además de incidir en prácticas tradicionales del puesto como la apropiación y reparto entre allegados de inmensas riquezas, tuvo varios hijos bastardos (dos de ellos nombrados cardenales) y cobraba tasas a los prostíbulos de Roma (las arcas vaticanas recaudaban 30.000 ducados anuales por este concepto). Otra de sus hazañas fue el patrocinio de la Inquisición en España bajo los Reyes Católicos con el nombramiento de Torquemada* como Inquisidor general para meter en vereda a herejes, judíos, musulmanes o conversos. A su muerte, su "sobrino", el cardenal Giulano Della Rovere (futuro Julio II) ambicionaba el trono papal, pero ante la falta de apoyos optó por respaldar al genovés Giovanni Batista Cibò, que accedió en 1484 con el nombre de Inocencio VIII al pontificado. Tras él se escudó el sobrino para llevar a cabo alguno de sus manejos: Por ejemplo, fue el cardenal quien indujo al nuevo Papa a emprender una guerra contra Fernando I de Napoli.
Inocencio VIII, a pesar de su débil salud (padecía de anemia) tuvo el coraje y la fuerza para no quedarse atrás respecto a su antecesor en cuanto a felonía e iniquidad. La mala situación económica heredada, así como la disminución de territorios e influencia política que supuso la pérdida de la guerra contra Nápoles, provocó que este Papa continuara al por mayor con la costumbre de la venta de indulgencias y sinecuras.
La obra por la que pasó a la Historia fue la bula Summis Desiderantes, en la que declaró la guerra sin cuartel a las brujas, reiniciando con fuerza las grandes oleadas de persecuciones en toda Europa por parte de la Inquisición contra miles de personas (especialmente de mujeres) acusadas de brujería . El "Martillo de las brujas", como se conoce al libro Malleus Maleficarum, tratado escalofriante redactado por dos inquisidores alemanes como fundamento jurídico y teológico en esta cruzada por encargo de Inocencio VIII, que fue el manual de cabecera de torturadores y asesinos para exorcizar y quemar a cualquier sospechosa de tratos con el diablo.
Portada del Malleus Maleficarum, publicado por primera vez en 1486.
Trató sin éxito organizar una cruzada en 1490. Por supuesto, y como es tradición, este Papa contaba con unos cuantos hijos bastardos, aunque sólo reconoció dos: una hija y un hijo (Franceschetto, a quien hizo cardenal con 13 años, montó un palacio y cubrió de fortunas**).
Tumba del tipejo. Como es habitual, la Jerarquía Católica haciendo gala de su humildad.
Inocencio VIII bebía leche de nodrizas, y cercano al vampirismo: un tónico con la sangre de tres niños para combatir la enfermedad que se lo llevó en agosto de 1492. La racha de sumos pontífices mezquinos en esta época no acabó aquí, al contrario, el próximo prelado fue famoso por las cotas de degradación que alcanzó.
* 114.000 condenados y cerca de 10.000 quemados en la hoguera sólo en España durante 11 años, según Juan Antonio Llorente en su "Historia crítica de la Inquisición Española" (1822). Otros eruditos rebajan esta cifra a la mitad.
** Este joven, ladrón y casquivano cardenal, perdió en una noche jugando con otro purpurado 14.000 ducados. Al día siguiente, el Santo Padre obligó al contrincante a restituírselos a su hijo.