20 de julio de 2011

monarquías alternativas

La institución absurda de la Monarquía se fundamenta en su carácter arbitrario y hereditario, mediante el cual el Estado legitima por el hecho de ser uno hijo de su puto padre, a llevar (nominalmente o de facto) su Jefatura. Lo rancio de este organismo además se ve adornado en muchos casos con múltiples facetas retrógradas: desde los protocolos de servidumbre feudal hasta la ley sálica. Se le atribuye a la Monarquía el rasgo de imperecedero, ¿es así? Nada de eso.

Históricamente se han dado casos de monarquías de cariz distinto, muchísimo más divertidas, que lamentablemente no han triunfado sobre el concepto secular:

- En la antigua Roma existía una tradición surgida de la primitiva era monárquica, que atravesó la República y pervivió hasta bien entrado el Imperio (ya en era cristiana). Se celebraba el 24 de febrero y se conocía como regifugium, "la fuga del Rey", en ella se acostumbraba a hacer un sacrificio en los comicios: cuando acababan, la persona elegida en los ritos sacros huía del foro. Salía tomando una ventaja, y sus competidores corrían tras él. Cuando el más rápido de los perseguidores alcanzaba al rey, éste le entregaba la corona... y también la vida*.

Una imagen del pupilo borbónico a las órdenes del dictador del momento (1975). Este máximo representante de la patria española nació en Roma, su dinastía procede de Francia, y su consorte es una griega a la que se dirige (en las escasas ocasiones en que lo hace) en inglés.

- En Hawai el último mes del año se celebraba una ceremonia donde el rey era atravesado por lanzas y armas arrojadizas. 

- En Ngoio, Congo, hasta aún finales del s.XIX se mataba al rey al día siguiente de su coronación, por lo que el jefe de los Musongoro, al que pertenecía el trono, renunciaba siempre antes de ser coronado.

- A los antiguos reyes de Camboya no les era permitido palmar de muerte natural. Ante el primer síntoma de enfermedad, eran apuñalados por sus allegados.

- Los Shilluk, en la región del Nilo Blanco tenían una conducta similar. En cuanto el rey presentaba las primeras muestras de debilidad, evidenciada en la incapacidad de satisfacer sexualmente a sus mujeres, lo encerraban en una choza y lo dejaban morir de inanición. En el reino centroafricano de Bunyoro los reyes tenían que envenenarse cuando se sentían enfermos o ancianos. El de Kibanga, Alto Congo, era estrangulado por hechiceros. Si el de Cuigiro quedaba malherido en batalla, era rematado sin clemencia. Era costumbre zulú matar al rey cuando le salían arrugas y canas, y aunque algunos llegaron a teñirse las canas con cierto aceite, ninguno podía ocultar las arrugas, en cuyo instante eran asesinados. 

- En el Sudán, los reyes de los Dinkas eran "hacedores" de lluvia, y cuando no podían producirla se le cavaba una fosa donde eran enterrados a veces vivos, otras tras ser estrangulados.

- En la misma región africana, otra tribu, los Fazoql, conservaron hasta la edad moderna, una higiénica costumbre: el rey tenía que administrar justicia diariamente bajo cierto árbol. Si por enfermedad o cualquier otra causa no acudía durante 3 días consecutivos, lo colgaban de ese árbol con un nudo corredizo que tenía 2 navajas dispuestas de tan ingeniosa forma que al cerrarse el nudo por el peso del real cuerpo, cortaban el cuello del monarca que había osado hacer novillos.

- A finales del s. XIX todavía existía entre los Yorubas, en el África occidental, la tradición de juzgar y condenar al rey. Si éste había merecido el odio del pueblo por haberse excedido en sus funciones, era requerido para que se fuera a "dormir", eufemismo por el cual era invitado a suicidarse para evitar males mayores.

- Volviendo a la vieja Europa, entre los antiguos prusianos era costumbre que su rey se auto-inmolara en una pira a la que él mismo prendía fuego.

- En la Hispania visigoda el método más habitual de sucesión era el asesinato regio. En algunos casos el reinado apenas duraba 2 semanas.

- En otros lugares el final de los monarcas no se producía por decadencia o mal gobierno, sino que cualquiera que fuese el signo de éste, su muerte estaba establecida a plazo fijo de antemano. En la India Meridional el plazo era de 12 años, al término del cual el rey, ante todo el pueblo, cogía unos cuchillos muy afiliados y se cortaba la nariz, los labios, las orejas, y cuantos miembros podía, arrojándolos a los espectadores. Por último, cuando la pérdida de sangre lo amenazaba con desvanecerse, se seccionaba la garganta. Las tradiciones escandinavas aluden a antiguos reyes suecos que reinaban 9 años, tras los que eran obligados a morir, o a encontrar substituto que muriera en su lugar. En África, los Jukos decidían en asamblea de notables el tiempo en que iba a ser rey el que elegían, y cuando llegaba la hora lo mataban a lanzazos, lo mismo que en Quonde y Wukari. En reinos Huasas de Nigeria septentrinal era estrangulado.

- De Barros, un historiador portugués, refiere una curiosa costumbre en la costa Norte de Sumatra. Allí parece ser que nadie quería ser rey, puesto que sus súbditos no lo dejaban vivir mucho tiempo. Periódicamente el pueblo se concentraba en las calles al grito de "el Rey debe morir!". Cuenta el luso durante una expedición en busca de especias, que en pocos días mataron a 2 reyes. Y esto de la forma más pacífica y ordenada, sin ningún signo de tumulto. El viajero comentaba "daba la sensación de que matar un rey era cosa de todos los días".

* Si son ciertas las conjeturas de los analistas, esta cruenta ceremonia deportiva representaría una ritualización de tradiciones más remotas en las que los ungidos personificarían a un dios, y en dicho carácter se les condenaba a muerte con regularidad. Esto engarza con el origen divino de la Monarquía.

Fuentes: programa radiofónico "Desafecciones" del Ateneo Libertario Al Margen (R. Klara, enero 1997), artículo "Magia y Religión: La muerte de los hombres-dioses" de Rafael Gonzalo Jiménez, y elaboración propia.


Añadido 27 de julio de 2011: Al día siguiente de publicarse este artículo, alguien tuvo el buen gusto de difundirlo en el portal meneame.net, con la fortuna de ser referenciado en portada.