7 de enero de 2011

cómo se fabrica una amenaza

Un par de adendas a propósito de un post anterior sobre la ocupación a sangre y fuego que desde 1975 una dictadura monárquica y corrupta ejerce en el territorio del Sáhara occidental con la aquiescencia de todos los organismos internacionales.

Cuestión previa y aclaratoria: Que un pueblo sufra la iniquidad de un gobierno invasor no es óbice para la idealización del oprimido favoreciendo nacionalismos que al final siempre promueven la creación de fronteras y Estados. Tampoco hay que abstraerse que respecto a ciertos líderes "liberadores" de pueblos sometidos es usual que haya otras fuerzas mayores que guíen sus pasos, como el del poder o el dinero: no son pocos los casos de deserción y traición de elementos del bando saharahui, el último caso notorio y provocador fue el del nombramiento en 2010 del embajador de Marruecos en Madrid, Ahmed Ould Souilem, dirigente durante muchos años del Polisario. Un dato más, y es que también entre la población oprimida o exiliada existen diferencias de clase: como la separación por clanes y tribus, incluso se llegó a denunciar algún caso (¿auténtico o con propósito desacreditatorio?) de semi-esclavitud en los campos de refugiados de Tinduf.
 
Estos días se ha estado gestando una nueva, una más, amenaza terrorista ideada desde el correspondiente Ministerio encargado de estos temas, en concreto del Gobierno del Reino alahuí. Al ser un país tercermundista pareciera como que esta burda treta quede más en evidencia, aunque poco eco sobre ello se encuentra por ahí, por eso en este blog presentamos la correlación de hechos:

El gobierno de Marruecos intentó al máximo ocultar la masacre que ejerció entre octubre y diciembre de 2010 sobre la población local saharahui, en un momento crítico de intensificación y agravamiento de lo que en realidad venían siendo acciones contínuas y habituales de las Fuerzas de Ocupación civil-policiaco-militar. Cara al exterior se usaron dos estrategias: la ocultación de pruebas y la mentira.

Represión en El Aaiún.

Además se buscaron argumentos de excusa y justificación. A alguien del departamento de información o comunicación se le encendió la bombillita y sacó la palabra mágica: Al-Qaeda. Éste es un término, invento de la CIA, que se aprovecha de la misma forma que el "hombre del saco" o el "sandman", para amedrentar al público receptor de la consigna de que existe un peligro terrorista. Sin pudor ninguno, los portavoces de Marruecos difundieron que detrás de la resistencia saharahui, plasmada en la intifada popular y en el Frente Polisario, se encontraban elementos del yihadismo islámico. Este Gobierno se presenta así, chantajeante, ante Europa y Estados Unidos como gendarme en la zona de esta forma de presunta amenaza, obviamente prefabricada.

Así, de la mano de Rabat, en diciembre de 2010 vio a la luz la publicación "Kántara" de propaganda marroquí en castellano (anunciada en prensa española; redactor-jefe David Alvarado, ex-corresponsal en Marruecos de la extinta CNN+ del grupo PRISA). En su segundo número se dedicaba un especial a "la cara oculta del Polisario" relacionándolo con la piratería y el terrorismo islámico. Casi simultáneamente, aparece la noticia de que los servicios de seguridad marroquíes han desmantelado una supuesta célula terrorista integrada por 27 personas, "una de ellas perteneciente a Al-Qaeda", provenientes de la zona todavía no ocupada en el Sáhara Occidental.

Se trata, pues, de una patraña sin más, un montaje. No como en otros casos donde se pretende incentivar este tipo de amenazas mediante la infiltración y oscuras maniobras: Por ejemplo, como el caso del topo colocado por el FBI en una mezquita de Los Angeles para incitar al terrorismo, o el del espía de los USA David Coleman Headley involucrado en el atentado de Mumbai de 2008.

En cualquier caso, en las Democracias de tipo occidental se observa que van dejando en segundo plano este tipo de fabulaciones en favor de otras formas eficientes de atemorizar y controlar al personal como el de la Crisis económica, nueva excusa perfecta usada ante la pasividad social para restringir todo tipo de derechos.