28 de enero de 2011

herejes medievales libertarios

Durante el periodo que engloba toda la Edad Media, en Europa, en cuanto al pensamiento y la filosofía no había absolutamente nada fuera de la teología cristiana. La existencia de Dios o la Divinidad era algo indiscutible, no así las distintas (y de lo más variadas) acepciones que se derivaban de Ello. En ningún caso podían presentarse planteamientos agnósticos o ateos. Lo más que llegó a asomar entre aquel triste panorama fueron numerosas herejías religiosas que plantaron cara al pensamiento único e impuesto. Todos estos movimientos alternativos quedaron con el apelativo de "sectas" en la historiografía escrita por los vencedores: la Iglesia.

Fueron grupos que, partiendo de la realidad social y religiosa de la época, practicaban una espiritualidad al margen de las jerarquías dominantes: fueron las beguinas, los bogardos... Aún entre estas corrientes heréticas, llegaron a haber algunas que llevaron a un punto sus ideas y prácticas que, visto en perspectiva, resulta fascinante y extraordinario por la carga de lucha contra el poder apabullante y omnisciente de la Iglesia y por la libertad que llevaban en unos tiempos tan duros. Evidentemente, el Santo Oficio y las Autoridades políticas, militares y religiosas las acabaron por exterminar. A todas. Veamos algunos casos:

Los que sustentan el "privilegio" de constar oficialmente como los primeros ajusticiados, a cargo de la institución de la Iglesia como tal, fueron el obispo Prisciliano* de Ávila y sus compañeros en el año 385. Fundaron una comunidad cerca de Burdeos que abogaba por una especie de colectivismo, criticaban la unión de la Iglesia con el Estado imperial romano y la corrupción y enriquecimiento de las jerarquías. Para atajar la aceptación popular de sus ideas, se convocó por parte de la ortodoxia católica un concilio en Caesaraugusta (Zaragoza) y el Emperador de Occidente Graciano lo excomulgó y desterró. Poco después, acusado de practicar brujería y magia, fue detenido en Germania,  torturado, y finalmente decapitado junto a seis seguidores en lo que representa un proceso antecedente exacto de lo que luego fue la Inquisición. 

Los dulcinianos o dulcinistas fueron una congregación de hombres y mujeres cuya actividad se extendió desde finales del s.XII a principios del s.XIV y su núcleo principal radicaba en los Alpes italianos. En el libro y film "El Nombre de la Rosa" aparecen personajes relacionados con este grupo de perseguidos. Los dulcinianos predicaban la comunidad de bienes y abogaban por una sociedad igualitaria, a favor de la libertad sexual, de la ayuda y respeto mutuos. Se oponían al sistema feudal y lanzaban ataques contra el Papa y los cardenales por su decadencia y acumulación de riquezas. Más información, aquí.

Otro ejemplo fueron los Hermanos del Libre Espíritu, comunidad surgida en Flandes y Renania que duró desde mitad del s.XIII hasta el s.XV. También se les llamó con los nombres de amaurinos, adamitas, picardos... a veces hay cierta confusión, concatenación o mezcolanza entre las denominaciones, consecuencia de que -como antes se ha citado- las referencias que sobre ellos nos han llegado proceden de la sesgada y mutilada Historia escrita desde la óptica del Poder católico.

Una de las figuras representativas fue el teólogo Amaury de Bène. Sostenían que Dios está en todos, por lo cual negaban la existencia del pecado y desechaban los sacramentos y el sometimiento a la Ley moral. También negaban la divinidad de Jesucristo. A través de su prédica y peregrinación se constituyeron en portavoces de la rebelión social: defendían la libertad sexual y la comunidad de bienes. Las crónicas relatan que practicaban la desnudez, orgías y el robo o expropiación... una vez más, los detalles más llamativos sobre estas prácticas que pudiesen haber ejercido quedan en entredicho al no quedar testimonio directo de mano de los propios actores. Como curiosidad, citar que al pintor El Bosco se le acusó de tener influencias de esta corriente. Más información en este artículo de wikipedia o en este blog.

* El "Camino de Santiago" en realidad se traza sobre una ruta de peregrinación pagana a Finisterre, anterior a la cristianización. Es más, hay datos que apuntan a que la tumba que se visitaba en el alto medioevo no era la del supuesto Apóstol, sino la del obispo Prisciliano.