19 de junio de 2012

tres sin agua

Un cuento del flipao y vendedor de motos Paulo Coelho, titulado "El Cielo". Sobre la amistad y tal... típico de envíos virales por correo electrónico, redes sociales y similares.

Un hombre, su caballo y su perro iban por una carretera. Cuando pasaban cerca de un árbol enorme cayó un rayo y los tres murieron fulminados. Pero el hombre no se dió cuenta de que ya había abandonado este mundo, y prosiguió su camino con sus dos animales...



La carretera era muy larga y colina arriba. El sol era muy intenso, y ellos estaban sudados y sedientos. En una curva del camino vieron un magnífico portal de mármol que conducía a una plaza pavimentada con adoquines de oro. El caminante se dirigió a un hombre que custodiaba la entrada:

- Buenos días.
- Buenas – respondió el guardián.
- ¿Cómo se llama este lugar tan bonito?
- Esto es el Cielo.
- ¡Qué bien, porque venimos sedientos!
- Usted solo, puede entrar y beber tanta agua como quiera. - y el guardián señaló la fuente.
- Pero mi caballo y mi perro también tienen sed...
- Lo siento mucho – dijo el guardián- pero aquí no se permite la entrada a los animales.

El hombre se levantó con gran disgusto, puesto que tenía muchísima sed, pero no pensaba beber solo. Dió las gracias al guardián y siguió adelante. Después de caminar un buen rato cuesta arriba, ya exhaustos los tres, llegaron a otro sitio, cuya entrada estaba marcada por una puertecita vieja que daba a un camino de tierra rodeado de árboles.

A la sombra de uno de los árboles había un hombre echado, con la cabeza cubierta por un sombrero. Posiblemente dormía.

- Buenos días... – dijo el caminante.
El hombre respondió con un gesto de la cabeza.
- Tenemos mucha sed, mi caballo, mi perro y yo.
- Hay una fuente entre aquellas rocas, – dijo el hombre, indicando el lugar – podéis beber tanta agua como queráis.

El hombre, el caballo y el perro fueron a la fuente y calmaron su sed. El caminante volvió atrás para dar las gracias al hombre.

- Podéis volver siempre que queráis. – le respondió éste.
- A propósito ¿Cómo se llama este lugar? - preguntó el caminante.
- El Cielo.
- ¿El Cielo? ¿Sí? Pero si el guardián del portal de mármol me ha dicho que aquello era el Cielo!
- Aquello no era el Cielo, era el Infierno. – contestó el guardián.

El caminante quedó perplejo.
- Deberíais prohibir que utilicen vuestro nombre! Esta información falsa debe provocar grandes confusiones! – advirtió.
- De ninguna manera. En realidad, nos hacen un gran favor, porque allí se quedan todos los que son capaces de abandonar a sus mejores amigos.