Durante la dictadura nacional-católico-militar que imperó en España bajo el mandato de Franco, los únicos casos que se registraban de objeción de conciencia al servicio militar obligatorio (entonces de 2 años deduración hasta 1968, y luego de 18 meses) eran de causa religiosa por parte de adeptos a la secta Testigos de Jehová. Por aquel entonces, quienes se negaban por razones políticas a colaborar en su propio secuestro militar, lo habitual era escapar al extranjero. Hasta que a principios de 1971 Pepe Beunza se presentó como objetor de conciencia negándose a hacer la "mili" por motivos pacifistas e ideológicos. La estrategia era aplicar públicamente el principio de la desobediencia civil por métodos no violentos.
La mecha que en ese momento prendió provocó en poco tiempo la formación de grupos de objetores de conciencia y la difusión de sus planteamientos. Como consecuencia, en 1976 se encontraban en prisión 285 objetores. Tras la amnistía del '77 y la estafa de la Constitución, el Estado dejó pendiente la regulación (y restricción) del derecho a la objeción. Mientras tanto, el movimiento antimilitarista se preparaba y surgieron varias organizaciones: Mili-KK, Campi... y, sobre todo, el MOC, presente en todo el país. En las campañas a favor de la objeción se sumaron gentes provenientes de diferentes ámbitos: independentistas, izquierdistas, libertarios, autónomos... El Día de los Inocentes de 1984 se aprobó la Ley de Objeción de Conciencia, criticada por todo el espectro antimiliarista, que establecía una Prestación Social Sustitutoria puesta en marcha en 1988. Ésta penalizaba al objetor con 18 meses de duración frente a los 12 de la "mili", y favorecía que ONGs y administraciones públicas aprovechasen para obtener mano de obra gratuita. Durante los 4 años que el Estado tardó en establecer el reglamento de la PSS, se habían reconocido 24.000 objetores. En este tiempo los únicos encarcelados fueron los objetores sobrevenidos, jóvenes que declararon su objeción mientras se encontraban realizando la "mili", los declarados con anterioridad se encontraban en un limbo social y legal.
En 1989 una parte importante del movimiento antimilitarista planteó la desobediencia civil a la Ley de objeción y a la PSS. La palabra "insumisión" aún no había aparecido pero se estaba gestando. En febrero se dio la primera presentación pública y colectiva de 57 objetores-insumisos al Ejército. Un año después, había 2.450 insumisos. Pronto empezó la persecución judicial paulatina contra ellos, y 130 fueron detenidos. Las sentencias de los tribunales eran variadas: desde penas de meses o años de cárcel a la "muerte civil" (inhabilitaciones públicas, multas...).
Pinchar para ampliar. Historieta de la Tortuga Insumisa, un símbolo antimilitarista de la época.
Se acabaron formando dos estrategias de rechazo frontal tanto al servicio militar como a su burdo sustituto: los objetores declarados que se negaban a realizar la PSS, y los que obviaban el previo reconocimento como objetores para directamente no incorporarse a filas. Cuando se multiplicaron los juicios también hubo quien optó por la vía de la "insumisión total", pasando a la clandestinidad y convirtiéndose en prófugos de la Justicia. Las estrategias de la lucha antimilitarista se diversificaron, así también aparecieron las "autoinculpaciones" de personas solidarias con los insumisos.
Para los anales de la majadería quedan los ataques dialécticos perpetrados por los Ministros de la Guerra del momento, acusando de "insolidarios", "vagos", "maleantes" y "radicales terroristas" a esos valientes que se jugaron su pellejo al hacerse insumisos.
El rechazo al servicio militar cuajó entre la juventud: a principios de los '90 habían registrados 1 millón de objetores. A finales de esta década, la enorme desacreditación de la conscripción militar obligatoria hizo que ésta pasase a tener una duración de 9 meses, y que se acabara por anunciar su próxima extinción. Mientras, el movimiento antimiliatrista no se estancaba y nacían nuevas inicativas de lucha: "insumisión en los cuarteles" en 2000, por la que un grupo de insumisos se declaraban al poco de entrar en filas, siendo así acusados de desertores y aplicándoseles consejos de guerra. Por estas fechas, el porcentaje de reclutas era ya de un tercio de los "quintos". En 2002, cuando la "mili" llevaba muerta 5 meses, aún permanecían en prisión los últimos insumisos. Finalmente, se amnistió a los 4.000 insumisos que aún estaban procesados.
Con la extinción del servicio militar obligatorio, y ante la perspectiva del declive que se veía venir del movimiento y la acciones antimilitaristas, se retomó la campaña de insumisión fiscal. El antecedente histórico de esta modalidad se remonta a Henry David Thoreau, encarcelado en 1847 por negarse públicamente a pagar impuestos para la guerra.
Ahora, al echar la vista atrás, se puede constatar cómo esta corriente logró involucrar en grado máximo a miles de inconformistas con el sistema militarista, y cómo se acabó arrastrando al Estado a acabar contra su voluntad con el servicio militar obligatorio. La insumisión ejerció de herramienta de transformación social. La lucha contra el Ejército no terminaba ahí: tocaba denunciar que con la profesionalización de las tropas (o sea, la leva mercenaria) se pretendía un "lavado de cara" de los militronchos, que se presentaban hipócritamente ante la sociedad como garantes de causas humanitarias... cuando no son más que basura marcial. No hay "ejércitos para la paz". Todo ejército se debe al servicio de sus amos, y en sus fines y medios incluyen el asesinato masivo. Sus víctimas mortales han sido, son y serán las de siempre: la población civil en su conjunto, especialmente mujeres, ancianos y niños.
Por último, destacar algo que nos ocultan y no ha de caer en el olvido: y es que el caso de este país ibérico es único, en ningún otro se ha logrado hasta la fecha que la presión popular, a pesar de la represión sufrida y la invisibilidad en los medios, conmine a todo un Estado a dejar de robar el precioso tiempo de la juventud masculina sirviendo a unos piltrafillas y aprendiendo a matar por la Patria. Para analizar el porqué de este éxito encontramos los siguientes factores que pueden explicar la cuestión:
- A título individual, el tradicional espíritu libre hispánico.
- A título colectivo, el impulso de organizaciones, objetores primero e insumisos después, que ayudaron a sumarse al carro al ciudadano de a pie.
- El tradicional espíritu de escaqueo hispánico.
- La idiosincracia del estamento militar autóctono: estúpido, autoritario e inútil.
Que valore el lector en qué medida cada argumento pudo haber contribuido.
Bibliografía complementaria: Una breve historia de la insumisión, y el libro "En legítima desobediencia".