El máximo representante actual del Dios bíblico en la Tierra es un líder religioso y jefe de Estado al mismo tiempo, que visitó Madrid el pasado verano en una orgía indecente de estulticia y derroche, sufragada también por empresas, bancos e instituciones públicas. Este blog no se dignó en su momento a referenciar tal evento, por aquello de ignorar el barullo y las paridas que montan una pandilla de irracionales dogmáticos. Pero ya que una secta fundamentalista se molesta, una vez más, en querellarse ante la Justicia terrenal contra una inocua y pacífica campaña gráfica de ridiculización de aquella visita papal, aludiendo a acusaciones entre otras de ofensa a los sentimientos religiosos, de apología del terrorismo, de genocidio (!!!)... pues rescatamos, en homenaje suyo, la serie que versa sobre los obispos de Roma ejemplares.
Aunque algunos Píos anteriores al s. XIX tienen también su "miga"* nos centraremos en los cuatro últimos que usaron este alias, ya que incidieron de forma considerable en que la Iglesia entrase en el s.XXI como un ente represor aliado del autoritarismo, y alejado de la realidad de las ovejas de su rebaño.
Giovanni Mastai-Ferretti, Pío IX el del prolongado pontificado (1846-1878), cuando fue elegido Papa llegaba con reputación de cardenal progresista: por ejemplo, apoyaba a los nacionalistas italianos (en ese momento Italia estaba fragmentada y bajo el dominio de Francia y Austria). Al poco, a causa de una revuelta popular, huyó disfrazado del Vaticano y se refugió en el reino de Nápoles durante dos años. Con la ocupación francesa, volvió, y lo hizo convertido como el pontífice reaccionario que ha quedado en la Historia: por ejemplo, condenando la Constitución de Austria que abolía la esclavitud de los campesinos y otorgaba libertad de culto.
En el aspecto teológico impulsó el culto mariano exacerbado (así, durante su gobierno se produjo -entre otras muchas- la aparición de la Virgen en Lourdes). El colofón fue el decreto de 1854 por el que establecía el dogma de la Inmaculada Concepción de la Virgen María (o sea, la virginidad de la madre de la Virgen: una arbitrariedad sin respaldo neotestamentario). Diez años después publicó una encíclica con un ameno anexo, Syllabus erroroum ("compendio de errores"), donde presenta 80 declaraciones en las que -en resumen- se atacaba al racionalismo, al liberalismo, a la modernidad, a la libertad de pensamiento y de culto, a la separación de Iglesia y Estado.
Pero donde se "lució" fue en el Concilio Vaticano I (1870) definiendo la infalibilidad papal: se revelaba que San Pedro recibió por voluntad de Jesús el primado de jurisdicción y éste se sucede en el pontificado romano; y que el magisterio papal es pleno, supremo, perfecto e infalible, sin discusión de ninguna índole. Otra tropelía doctrinal más que remata, excusa y blinda el contenido de las todas las actuaciones de los Papas a lo largo de los tiempos. La auténtica causa que impulsó el "certificado de inhabilidad" radicaba en los cuestionamientos serios que estudiosos e historiadores venían elaborando entonces a la Historia oficial del Cristianismo y a la misma Biblia.
En el aspecto socio-político, practicó una política de persecución de los judíos, y la Inquisición continuaba con sus actividades en los Estados Pontificios. Para garantizar su gobierno absolutista tuvo como Secretario de Estado al impacable Giacomo Antionelli (adúltero y violador). Hasta 1870, fecha en que las tropas del rey Vittor Emmanuel (apodado "el Príncipe de las Tinieblas" por el Papa) liberaron Roma e instauró el Estado de Derecho: a pesar del cuidado con el que trató al Vaticano, donde no alcanzó a entrar, y aun cediendo ante el pontífice con la Ley de Garantías (1871) -donde se constituían como propiedades intocables del Papa las 44 hectáreas del Vaticano y otras posesiones en Roma- no consiguió aplacar la ira del heredero de San Pedro, cuya respuesta fue excomulgarlo, impugnar las condiciones y amenazara todo el que obedeciera al gobierno italiano. Como es habitual entre los dirigentes católicos, alegó ser perseguido en cuanto se le rescindió su poder terrenal.
Tres décadas después, Pío X (beatificado en 1954) a pesar de continuar considerándose asimismo víctima y cautivo por la pérdida de terrenos vaticanos, probó un acercamiento al gobierno italiano. Pero no varió el rumbo de una Iglesia vetusta anclada en el medioevo que acababa de entrar en el s.XX. En su decreto Lamentabili (1907) ordenaba dejar de buscar en la Fe católica convergencias con la ciencia y la democracia. Afirmaba que los hechos narrados en la Biblia eran históricos, y que la sociedad católica no es sujeta a evolución contrariamente a la sociedad humana en general. En el campo diplomático, poco antes de morir se dice que intentó evitar la I Guerra Mundial... ¿De qué forma? ¿Con excomuniones o con las típicas exhortaciones feroces? Pues no, lo hizo mediante inofensivas misivas suplicando la paz.
El retrógrado Achille Ratti ascendió al trono papal como Pío XI 8 meses antes de que Mussolini se hiciera con el poder de la nueva República fascista de Italia, hecho que marcaría las siguientes dos décadas. El furibundo anticomunismo y antiliberalismo de ambos dirigentes rápidamente los puso de acuerdo en varias cuestiones. Por el Tratado de Letrán de 1929 se formalizó la actual ciudad-Estado, de forma que il Duce reconocía ante el Papa la independencia y soberanía del Vaticano**. Además, Mussolini declaró Italia país católico, dejó la enseñanza en manos de la Iglesia, concedió poderes a organizaciones religiosas y subvencionó con cientos de millones de liras al propio Vaticano, lo que supuso una importante inyección de liquidez en la economía vaticana, gracias a la cual en las siguientes décadas la Santa Sede emprenderá una serie de negocios e inversiones.
Las declaraciones de Pío XI son ilustrativas: "Mussolini ha devuelto Dios a Italia, e Italia a Dios. [...] Él es un don de la Providencia". No fue el único dictador con la bendición papal: también dio su decidido apoyo a Salazar en Portugal y a la Cruzada Nacional de Franco en España. El punto álgido de connivencia con el fascismo y el nazismo fue en 1933 con la firma del Concordato Imperial (Reichskonkordat) con el III Reich, negociado por el cardenal y secretario de Estado Pacelli (que habia sido nuncio en Alemania y sería el siguiente Papa) y muy ventajoso para la Sante Sede, con una importante cláusula financiera.
Lamentablemente aún hay voces que de forma torticera defienden la teoría de que la Iglesia combatió el nazismo (nada más lejos de los hechos históricos) basándose en la encíclica de 1937 Mit Brennender Sorge ("con ardiente preocupación"). Pero analicemos primero cómo se llegó 4 años después a este intento de separación con el nazismo: Tras apoyar los gobiernos de la Italia fascista (y asimismo ser enormemente favorecido por ello) y de la Alemania nazi, a Pío XI le sucedió algo similar a uno de sus homónimos, el séptimo Pío que se vio cautivo de Napoleón: Hitler y sus acólitos aparentemente despreciaban el cristianismo***, pero querían al Vaticano como aliado en el frente anticomunista. Tras los primeros años de devaneo, llegaron al Papa las quejas de los sacerdotes alemanes, despreciados y supeditados al poder nazi. Por ello publicó la encíclica antes citada, donde se denunciaban ciertos incumplimientos del concordato por parte del gobierno nazi, se afirmaba que la separación de la Fe y la Moral lleva a la decadencia y a la guerra y se amonestaba a Hitler por querer eregirse en "Dios de Alemania". Más que una crítica al nazismo en sí, la postura de la Santa Sede destilaba cierta amargura por sentirse ninguneada y despojada de su tradicional control sobre las almas del rebaño, en manos ahora de los jerarcas del III Reich.
El supuesto distanciamiento de la Iglesia de los gobiernos totalitarios era falso y llegaba demasiado tarde: un número elevado de prelados realizaban ya el saludo fascista en España, Italia y Alemania, y cuando en febrero de 1939 Pío XI tenía prácticamente acabada una nueva encíclica en la misma línea que la de 1937, este Papa de salud de hierro falleció de forma súbita****. Y así ocupó el trono de San Pedro su sucesor, Pío XII.
Eugenio Pacelli, que pertenecía a la nobleza negra italiana (familias aristocráticas que recibieron en su día favores y privilegios al apoyar a Pío IX y la Curia frente a la anexión de los Estados Pontificios a Italia), lo primero que ordenó fue unas excavaciones en los sótanos del Vaticano para acabar encontrando unas tumbas, una de ellas con la inscripción de que allí se hallaba San Pedro... todo un burdo montaje pseudoarqueológico para justificar que la Basílica Vaticana se hubiese construido supuestamente sobre la "tumba" del apóstol (el sustrato es del s. III dC).
Inauguración de Radio Vaticano en 1931. De izquierda a derecha: el futuro Pío XII, detrás Marconi (el que se apropió de la patente de la invención de la radio), y Pío XI. Rostros que irradian buen rollo.
En el campo político se estrenó apoyando incondicionalmente al bando católico-fascista en la Guerra Civil española. Podemos discernir dos etapas en su pontificado marcadas intensamente por los acontecimientos internacionales: La II Guerra Mundial y la Guerra Fría (hasta su fallecimiento en 1958). En cuanto estalló la contienda en Europa, Pío XII ahondando en su posición cobarde y contemplativa se abstuvo de condenar a Alemania e Italia declarándose neutral... al tiempo que mantenía el concordato de 1933 con el gobierno nazi, que callaba ante las persecuciones, que animaba a los franceses a colaborar con las tropas de ocupación, que instaba a Churchill a aceptar el trato ofrecido por Hitler, que felicitaba al Tercer Reich cuando invadió Rusia*****, y que más tarde (con la caída de las potencias del Eje) desde el Vaticano se colaboró en la huida de criminales de guerra nazis: en la "ruta de los monasterios" o "ruta de las ratas" del obispo Alois Hudal, y en la red de nunciaturas bajo el mando del cardenal Montini (futuro Pablo VI). A partir de 1942, ante la posibilidad de una futura derrota del Eje, abogó por que ésta se produjese de forma negociada. El origen de su complicidad con el nazismo se remonta a su época de Secretario de Estado, cuando ayudó en la fundación del Partido Cristiano Conservador alemán que contribuyó a que Hitler subiera al poder. Por otra parte, era parte interesada en el conflicto en virtud de su interés en introducir su secta en la Rusia roja y ortodoxa.
También este Papa fue compinche y encubridor del genocidio llevado a cabo en los Balcanes por las milicias católicas ustashi, que operaron entre 1939 y 1945 comandadas por el sangriento Pavelić con el resultado de 300.000 víctimas (serbios ortodoxos, bosnios musulmanes, judíos y gitanos). La implicación del clero croata fue absoluta con cientos de sacerdotes (franciscanos, jesuitas) empuñando las armas y cometiendo auténticas atrocidades. Algunos de ellos eran altos dirigentes militares que destacaron por su crueldad: clérigos como Šimić, B. Bralo, D. Kamber, I. Tomas, M. Hovko, B. Županić, Lipovać, Cvitan, Vukelić, Zvonimir, Medić, Prlić, Bržica... cada uno de ellos con cientos de torturados y muertos en su haber.
El resultado del final de la guerra no satisfizo a Pío XII al quedarse la U.R.S.S. con el predominio de Europa Oriental, sintiéndose fuertemente agraviado por el ateísmo militante en los países que quedaron en la órbita soviética. Ante la nueva perspectiva del juego político de bloques, inmediatamente el Vaticano tomó cartas en el asunto con numerosas iniciativas: aliándose con Estados Unidos, autorizando la excomunión de cualquier católico que militara o apoyara a partidos comunistas, apoyando políticas de extrema derecha...
En el apartado doctrinal, promulgó en 1950 como dogma de fe católica la "Asunción de la Virgen" (se celebra en agosto, y está basado en el mito grecorromano de Artemisa-Diana), es decir, que la madre de Yeshua/Jesús/Cristo ascendió directamente a los cielos sin pasar por el desagradable trámite de la muerte natural. Pío XII abogó por la multiplicación de familias numerosas y por la reactivación del espíritu misionero. Estos aspectos de su pontificado: conservadurismo, apología mariana, postura contra el sexo y los métodos anticonceptivos, hipocresía... se verían años más tarde retomados por Pablo VI y Juan Pablo II. Como colofón, la anécdota del cuneto del "sol danzante" que sólo él vió el 30 de octubre de 1950 en los jardines vaticanos: fenómeno segun el cual afirmó que el sol giraba sobre sí mismo!
A su fallecimiento en 1958 dejó una fortuna personal de más de 3 millones de dólares de la época, en oro y acciones bursátiles.
*A grosso modo: Pío V (s. XVI) retomó con brío las actividades de la Inquisición, excomulgó a la Reina de Inglaterra y a todo su pueblo, 100 años después fue beatificado. Pío VI tuvo que batallar contra los vientos de libertad e Ilustración que le tocó vivir (final s. XVIII). Pío VII se "bajó los pantalones" ante Napoleón, pero aún así acabó luego siendo su prisionero.
** Asimismo, el Papa reconocía la ley italiana: esto siempre que le conviniese, ya que por ejemplo en 2009 en el Vaticano se abandona el sistema legal italiano para adherirse al derecho canónico.
*** No así algunos aspectos de la Iglesia que plagiaron, como la organización jerárquica. En este sentido, por ejemplo, el Führer admiraba la estructura de la Orden de los Jesuitas que llegó a copiar para sus SS. Por otra parte, algunos elementos relevantes del régimen eran católicos, Himmler incluso pertenecía a la Orden de Malta.
**** Por el habitual oscurantismo del Vaticano, no se pudo certificar la causa real de su fallecimiento. Hay sospechas fundadas que apuntan a que Pío XI fue envenenado a causa del cariz que estaba tomando su relación con Mussolini. Su sucesor no publicó la encíclica y además se ocultó durante 50 años el borrador del texto. Años más tarde, el caso de Juan Pablo I continua esta tradición de extrañas muertes.
***** Palabras suyas en Radio Vaticano, de ánimo a las acciones de los soldados alemanes: "unos actos grandiosos de valor que están defendiendo las bases de la cultura cristiana".